lunes, 1 de septiembre de 2008

Galletón belga

Ayer conocí el lado oscuro de la Expo. No, no piensen mal. Me decidí, por fin, a entrar al pabellón de Bélgica. La fachada me tiraba un poco para atrás, porque esa cubierta dorada me parece de un mal gusto tremendo, pero como no había cola, para dentro que me fui. Nada más atravesar la puerta, una belga muy amable me dio una galleta. No, no de esas, sino una galletita acaramelada como las que ponen con el café en los sitios donde yo voy normalmente. Vale, un poco pobre el regalo, pero mejor que un vaso de agua, ¿no?

Desde el principio me sorprendió la poca luz que había. Es curioso, pero en la Expo, cuanto más rico es el país, más oscuro está su pabellón. Debía de haber algún panel o algo, pero fui incapaz de leer nada. Con lo modernos y lo ejemplares que me han parecido a mí siempre los belgas, que parecen medio catalanes, tú. Pues nada. Que ni flores. Así que, a tientas, pasé a la siguiente sala. Y vaya lo que me encontré.

Como ya hace casi un siglo de lo del urinario de Duchamp, pues a alguien se le ha debido de ocurrir que ya era hora de volver a mandar un sanitario a una exposición. Y no uno, no; nada menos que seis, con un señor dentro y todo. Me dijeron que era la escultura "El hombre que escribe sobre el agua", de Jan Fabre. Epatado por la ocurrencia, me disponía a terminar mi recorrido por el último pasillo, cuando... ¡patapúm!

Calculé mal la pisada, tropecé y acabé por los suelos, con tan mala fortuna que fui a caer en un charco. Se ve que la gente tiene mucho cachondeíto con lo de la obra de arte. No me hice nada, pero se me empaparon las perneras del traje de Armand Basi. Qué desastre. Hice intención de salir del infierno belga para adecentarme el pantalón con un secador en los baños del exterior, pero recordé que aquí somos muy ecológicos y se usa "la toalla interminable". Así que me resigné y me fui a la cafetería. Nunca habría pensado que la cerveza y el chocolate iban a combinar tan bien.

0 Comments:

 
... - Templates para novo blogger 2007