miércoles, 18 de junio de 2008

Una pata de conejo por favor


Eso, una pata de conejo, un trébol de cuatro hojas o una herradura, eso es lo que necesito para librarme de una vez de mi mal fario. Si es que todo me pasa a mí... Si me oyese Valdano, mi psicólogo, seguro que me decía que siempre veo el vaso de zumo medio lleno (para las frutas este dicho funciona al revés), pero lean y juzguen ustedes mismos.

Todo empezó ayer a mediodía cuando visitaba el pabellón de Valencia en busca de alguna cítrica churri. En la puerta me encontré con un "simpático" niño que le apeteció jugar al fútbol conmigo, pero no porque me reconociese, sino porque me vio redondito y decidió utilizarme a modo de balón.

Con el primer puntapié rodé escaleras abajo y choqué contra la chancla de un "giri" que me tiró medio helado por encima. Cuando intentaba recuperarme del pringue, el "simpático" apareció de nuevo y esta vez, de un segundo puntapié, reboté contra una papelera y acabé en los brazos de un bebé que me chuperreteó de lo lindo hasta que se cansó y me tiró en un rincón.

Parecía que estaba a salvo de la bestia cuando de repente vi su simpática cara antes de lanzarme de una patada varios metros por encima del recinto, sin necesidad de montar en la telecabina. Con mi mala fortuna, fui a aterrizar justo en medio de la Avenida 2008 antes del paso de la cabalgata del Circo del Sol.

Ochenta malabaristas, acróbatas y demás me pasaron por encima como una apisonadora. Desde entonces no siento las piernas, tengo dos gajos rotos y me han dado cinco puntos de sutura. ¿Se puede tener peor suerte?

Ah, sí.... A España le ha tocado Italia para el partido de cuartos...

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