viernes, 11 de julio de 2008

Pollo pasado por agua


¡Pero en qué momento dije que sí! Aquella mascota chinita me miraba con cara de pena y me pedía que la acompañara… ¡Cómo dejar pasar la oportunidad de abrazarla cuando fuera a caer o se asustase por un bamboleo de la barcaza! Era mi oportunidad de convertirme en héroe para una dulce mascotita…

Sin dudarlo, me lancé a la aventura del canal de aguas bravas del Parque Metropolitano del Agua. Iba a ser divertido.

Nada más llegar, me colocaron un casco, un chaleco y un mono que apretaba mis blancas plumas. Por su parte, “La China” reía y reía dando saltitos sin parar. A mí, la situación no me daba buena espina.

Nos metimos “en la barquita”, ¡já!, barquita… ¡Una pedazo de lancha enorme y roja donde cabíamos ocho personas por lo menos! Eah! Y al Curri que le ven pluma y deciden que vaya con todas las niñas en la barca… La cosa cada vez estaba más clara, no me iba a divertir nada.

Empujamos la barca al agua y montamos todos con las palas en la mano. El monitor – que, según mi compañera, “estaba muy lico”- nos explicó cómo evitar caernos al agua y sortear los rápidos. Uno de los movimientos me permitía abrazar a “La china” que se colocó junto a mí. ¡Qué bien!

Así, entre gritos y gritos de féminas nerviosas los lanzamos pendiente arriba para ganar el desnivel que nos colocaba en la cabecera del canal. Entonces comenzaron los nervios de verdad, tras rezar a la Marcarena todas las salves que conocía- hasta creo recordar que canté la Salve Rociera- nos lanzamos tumba abajo…

Olé, olé, saltos por aquí…
Olé, ole, olé… La China me arreó con el remo en la cara
Olé olé olé oooooleeee oooleeee… en uno de los saltos caí al agua con casco, remo, chaleco y con la China… cuya cara, de repente, cobró forma de flotador.

¡Qué día más malo! Pataleé, grité como una niña, tragué más agua que una ballena blanca y hasta iba a ahogar a la pobre China que se hartó de mí y me arreó un bofetón que ríete de los penitentes de Semana Santa. Después me gritó como una posesa y se largó dejándome en el agua y con la dignidad por los suelos.

Cuando me sacaron del canal medio inconsciente tuvieron que reanimarme los socorristas. ¡Y qué socorristas!... Bueno, no hay mal que por bien no venga. Quedaba todo el día por delante y el Pabellón del Caribe nos esperaba con sus mojitos y caipiriñas…

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